18.4.08

Cuerpo y Subjetividad en el Imaginario Estético del Occidente Contemporáneo

“Acostumbrada siempre a descansar bajo la sombra y a realzar su belleza con su galanura, va errante, arremangada su túnica hasta las rodillas, como Diana, por las cumbres, por los bosques y por las rocas cubiertas de matorrales…”
Ovidio, “Venus y Adonis”, Las Metamorfosis, X, 9


No es posible pensarnos, en este mundo contemporáneo, en términos corporales como lo hicieron los griegos, hace más de dos mil quinientos años, o los medievales, hace apenas siete centurias. El mundo develado, como construcción de sentido, como emanación subjetiva de una nomenclatura ideológica del imaginario que le constituye, impacta con fuerza centrípeta a la conciencia portadora de un cuerpo.
El sujeto-cuerpo en el mundo puede o no asimilarse como creación, puede o no darse sentido a imagen y semejanza de una conciencia superior, pero no lograra evadirse de la herencia simbólica de antaño. El occidente antiguo y medieval, tanto como el moderno, han contribuido a la construcción ideológica del cuerpo contemporáneo, sin por ello ser lo mismo. Occidente escinde, rebana simbólicamente, al individuo en una comprensión, a veces radicalmente antagónica, dualizada de sí mismo.

La ilusión de algo evidente que en la actualidad tenemos del concepto de cuerpo proviene fundamentalmente de dos aspectos; el primero, la tajante oposición establecida por nuestra tradición occidental entre alma y cuerpo, entre lo espiritual y lo material. El otro, relacionado con lo anterior, es el hecho de que el cuerpo, por entero basado en materia aparece ante nuestros ojos con actitud de objeto positivista, es decir, que ha ido adquiriendo estatuto de asunto científico definido en términos de anatomía y fisiología. (1)


El cuerpo contemporáneo, como en la edad media, se bate en el rechazo y la exaltación, la proximidad y la lejanía, el carnaval y la vigilia, entre lo inmanente y lo trascendente. Hemos heredado una tradición ideológica de inconformidad hacia nuestros cuerpos, ya sea porque son contenedores del alma, del espíritu, o de un imaginario estético. Éste último es el que, a mi parecer, impera en el ideario corporal del mundo contemporáneo.
El sujeto se pelea férreamente con la individualidad, como sujeto portador de una conciencia de ser en sí y para sí , y el desdoblamiento objetivo de esa conciencia. El sujeto en sí se vuelca hacia el mundo a través de emanaciones simbólicas en su cuerpo. Es una ola en el mar que se contrae hacia la profundidad del océano y retorna violentamente para estrellarse en las rocas. La cultura de la estilización de los cuerpos, tanto en su dimensión arquetípica como en su lado hard core, es esa forma que el sujeto contemporáneo ha ideado para exteriorizarse. Es un sujeto que no se sacia en la construcción de sí mismo sino que requiere la mirada del otro, tiene que hacerse visible en una cultura imperiosamente visual.
La dualidad es evidente: yo-sujeto, yo-cuerpo, donde éste es un accesorio moldeable a las condiciones simbólicas del imaginario estético de su entorno social. El hombre contemporáneo es en ratos esquizomorfo, en ratos antifrásico. Es en sí, por sí y para sí, fuera del mundo (yoidad trascendental), pero también retorno, violencia, deseo de unidad (yoidad comunal).
Una mujer latina que se somete a cirugía estética sabe que lo hace para sentirse bien consigo misma (se siente feliz al saberse constructora de su en sí) tanto como por saciar una idealización de sus formas corporales que han de ser reconocidas socialmente: “¡que bonita nariz, tan respingada!”, le dirá su vecina, mas seguramente no le preguntara por qué no mejor se la achato, o mejor aun, por qué no pidió una nariz judía. Para la cultura corporal del occidente del siglo XXI es menester la visibilidad, el símbolo ha de ser visto, pocas veces escuchado, aspirado, y casi nunca sentido o degustado: eh ahí la maraña de este asunto.

(1) (Vernant,Jean-Pierre, “Mortales e inmortales: el cuerpo divino”, en ID, El Individuo, La Muerte y El Amor en la Antigua Grecia, Buenos Aires, Argentina,
Paidos Orígenes, #27, Paidos, 2001, Pág. 15.)

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