12.4.08

Retóricas de la realidad

Cuando Walter Benjamín publicó su ensayo La obra de arte en la era de la reproducción mecánica (1936) reinauguraba un añejo expediente: la compleja relación entre objetos originales y representaciones (artificiales). Al parecer la aceleración de los medios de reproducción mecánica de las mercancías en el capitalismo (ya tecnológico desde hacía bastante tiempo) implicaba la adecuación a un entorno objetual que homogenizaba el ámbito de la percepción y acción en un mundo en el que cada vez menos era útil la fidelidad a un patrón modelo único (notar por ejemplo el desplazamiento del patrón oro por el patrón capital financiero). En arte la multiplicación de reproducciones parecía llevar a su muerte, fenómeno que después parecía desmentido por el mercado fetichista de las casas de subasta que especulaban con originales cotizados en altos precios, sin embargo la inercia de la “reproductibilidad” era, y lo fue cada vez mejor, un fenómeno social que forzaba al olvido del referente. En el rubro de la publicidad y el mercadeo, tan necesario para la salud de las venas y arterias de las empresas capitalistas (y no capitalistas), se impuso una competencia retórica en la que ya valía poco, si acaso valía algo, la referencia (lo importante es vender, no importa si el producto es útil, genuino, serio… “real”).

La realidad, como producto social, es la realidad en la que el sistema de objetos se mueve al ritmo de una sintaxis formal sin significantes. La pérdida de referencia ontológica es tan usual que nos hemos acostumbrado, pasamos de la seducción al desengaño, de éste al enojo y terminamos en la nostalgia. Hay una melancolía profunda en los cimientos de nuestra generación, tristeza expresiva cuyas formas, paradójicas, son los bellos rostros, las buena ropa, la moda, las risas de programa “familiar” matutino. Alguien podría preguntar ¿qué hay de “real” en una persona así? Pero ¿y qué hay de “real” en una persona que no es así?... No hay patrón ontológico, y los debates éticos y políticos se debilitan en el trance mismo de convencernos de ir tras ellos.

No hay que extrañar al “verdadero hombre”, ni a la “realidad real”, incluso términos “posmodernos” como el de “simulación” o “simulacro” son inapropiados porque dan la sensación de que aún tenemos conciencia de que hay una realidad que se nos escapa, un misterio nouménico que se agranda al ritmo de la aceleración de la información fenoménica.

Hemos llegado al punto en el que, al parecer, nos quedan dos grandes derroteros: a) reconstruir, como sea, como se pueda, al costo civilizatorio necesario, la Referencia de nuestras acciones, emociones, pensamientos…; b) Aceptar la “vacuidad” de las “representaciones” (vacuidad ahora tomada como intrínseca a la realidad misma)

[esta historia continuará...]

5 comentarios:

Kiria dijo...

Si bien la realidad en sí es el problema y ésta se disuelve, entonces ¿hay una disolución del problema?. Sin embargo, si asumimos que surge el problema de realidad como construcción entonces los problemas éticos, sociales y culturales se hacen más profundos.
Anteriormente a esto, la necesidad de verdad movía los "intereses" del "hombre" y lo ponía cercano a la evolución, a la mejora y al progreso. Sin el marco referencial de lo Verdadero, hay una disparo de direcciones, ¿hacia dónde dirigir la intención y el hacer? esta realidad convienente es contenedora de creación, movimiento, diversidad... pero a la vez, de seducción arbitraria o no, de engaño,de manipulación...

atopías dijo...

Y si nuestra generación escéptica y crítica (hipercrítica) aún sigue obedeciendo a patrones de "búsqueda de verdad"? sólo que de otra forma, quizá de una manera más profana, exigiendo "honestidad", "respeto"... a las instancias que nos rodean.
no sé, pero te lo dejo para que reflexiones, y me digas honestamente qué piensas.

alejandro dijo...

En el año 1998, al terminar la curricula de la licenciatura en filosofia , me fui convencido de que la Filosofía era la disciplina que buscaba la Verdad,que estudiaba las causas últimas de todas las cosas por medio de la razón.Asi tambien la Ontologia era era la columna vertebral de la filosofia, la disciplina que estudia el Ser en cuanto Ser.
En el año 2008, en curso, retorno con la idea de concluir una etapa académica pendiente, la sorpresa no puede dejar de presentarse cuando veo que aquel tejido conceptual que deje hace diez años, es motivo de una disección sophica, como la diseccion psiquica de freud, y donde se pone en cuestión, en tela de juicio aquello por lo que habia que buscar como filosofo: La Verdad.
El texto que presenta el profesor Edgar Morales es un corte más de la "diseccion conceptual" en torno a la Verdad, ésta como adecuación entre el intelicto y la Realidad.
La Verdad y la Realidad aristotélico-tomista es confrontada con la(s) Verdad(es), de Luckmann y Benjamin.La Ontología
deja de ser "columna vertebral" de la filosofía y se coloca a la Epistemologia como la fuente del problema del conocimiento científico y filosofico.
Por otro lado, pienso que la Filosofia "Madre de todas las Ciencias", esta pasando por una lucha encarnizada con sus propias hijas, el objetivo: la lucha por el poder que da el "Saber", y que mejor golpe bajo que cuestionar su bandera milenaria: La Verdad.

Peque Conventual dijo...

Walter Benjamín: Relación entre objetos originales y representaciones artificiales.
Esto se da a partir del desarrollo industrial ya que al ir desarrollándose nuevas formas para el desarrollo de los productos industriales la sociedad debería de ir adecuándose de manera perceptual al entorno que cada ves es más objetual, así en el mundo cada ves es menos útil la fidelidad a los patrones únicos y cada ves hay y habrá más y más cambios no solo en materia de objetos y producción de estar sino en todo lo que ello implica comenzando por el sujeto.
La reproducción y producción en masa de los representantes van haciendo que vayamos perdiendo el sentido y la importancia hacía estos, ya que todo pareciera que esta construido o fabricado en masa o en serie, lo importante ya no es el referente sino el vender; y es así como se va deshumanizando cada ves más a la persona ya que esta es tomada como objeto de venta, como un aparato de consumo. Lo importante ya no es si el producto es real o útil y esto como consecuencia trae lo mismo para el hombre.
La realidad como producto social es una realidad sin significantes?
Pareciera un poco o un tanto fatalista; pero en realidad es así, perdemos el sentido ontológico de las cosas, incluso de las personas. Hay melancolía, tristeza que se esconden de tras de todo aquello que puede distraer la atención de una manera muy superficial. Podemos hablar en este sentido de un grueso de la población pero no de su totalidad.
No podemos dejar la construcción del a realidad solo a la sociedad, sí es parte de un producto social, pero debe de ir más allá, debe partir del sujeto, del individuo, y es este el que le va dando un significado y el que determina de que parte de la realidad quiere estar. ¿Es coaccionado por la sociedad? Depende de sus circunstancias, pero también de sus propias decisiones.
Siempre habrá alguien que a partir de algo, de un hecho, una situación o de la misma toma de conciencia traten de recuperar el sentido de aquello que creemos que se nos escapa de las manos pero que continua allí; quién o cambia pues lo que en realidad cambia es nuestra percepción de acuerdo a los sistemas de desarrollo y producción.

Javieros dijo...

¿Qué implica la perdida del referente ontológico? Me parece que hablamos desde trincheras demasiado teóricas, vivimos en mundo compuesto de sistemas sintácticos, sí, pero también en un mundo de sistemas de objetos. Tan es así, que aquellas personas que no son capaces de hacer un análisis estéstico formal de una obra de arte pueden cautivarse o sentir total indiferencia ante un original tras la vitrina de un museo o ante una reproducción en estampita. Ni el original ni la estampita significan o significan demasiado. Lo que quiero decir es que la sintaxis cobra sentido en relación al objeto representado por el signo, pues en tanto que es signo es significante de algo significado.
Me pregunto si ese estado de melancolía ante la perdida del referente ontológico no será en realidad la nostalgia metafísica del analista que no encuentra las categorías suficientes para explicarse la complejidad de las relaciones fenoménicas de su entorno social. ¿No será que deberiamos preguntarnos, no por la perdida del referente ontológico, sino por la perdida de categorías suficientes que ayuden a explicar lo que los viejos sistemas creyeron haber resuelto?